miércoles, 29 de junio de 2011

Cànan nan Gàidheal



Caminando sobre este lago oscuro y profundo me encuentro, pero a pesar de la frialdad del paisaje el agua resulta ser del todo ardiente. El viento que sopla del norte acaricia mi pálido rostro, mientras las voces de los Dioses, que transporta a su paso, irrumpen mi silencio, y a mí, me susurran viejas historias de amor. Entonces observo a mi alrededor y aunque todo aquello ahora permanezca muerto, siento que entre esos paisajes alguna vez cantaron victoriosas las gaitas, junto al dulce sonido de una arpa, tocada por un joven guerrero, apuesto y enamorado, en busca de su bella amada.


Las cosas hablan por sí solas y dejando atrás ese idioma que aún intento descifrar, sigo andando suspendida a través del gran lago. Debajo de mis pies, pequeñas luces que albergaban sueños rotos, se apagan a mi paso y cada lágrima que derramo resulta ser como tal aguja que se clava en mi piel, resquebrajándola, hasta sangrar. Sangre derramada por mi dolor hacia la vida, sufrimiento incomprendido y como tal alma errante sin rumbo ni destino, me encuentro perdida, vagando por estos parajes, esperando tal vez ser liberada, esperando ser desatada de estas raíces que consumen mi ser...

esperando ver la luz que me conduzca hasta tus ojos...

notar así tu mano agarrando la mía  y entonces escuchar...

tu voz...

Todo está bien...


Nuwanda Mac Brádaigh Ó Faoláin.

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